El Gobierno de Francia ha prohibido cinco insecticidas: imidacloprid, la clotianidina, el tiametoxam, el acetamiprid y el tiacloprid, que tienen efectos nocivos para el medioambiente y, especialmente, para los polinizadores, aunque los tres primeros ya habían quedado limitados por la Unión Europea.

Han habido muchas reacciones tanto negativas como positivas en la nación pues los apicultores y los ambientalistas lo ven como una oportunidad de vida y esperanza para las abejas mientras los productores agrícolas lo ven como una vulnerabilidad para su producción de remolacha entre otros cultivos que pueden llegar otras plagas a afectarlos.

Pero la muerte de grandes poblaciones de abejas alrededor del mundo es un problema que desde hace varios años inquieta a los científicos. La pérdida repentina del 30% de las colonias en Estados Unidos y del 53% en Europa, ha llevado a las autoridades a buscar soluciones que permitan proteger a estos insectos, unos de los principales polinizadores del planeta.

Los neonicotinoides son una familia de sustancias empleadas en los insecticidas, que actúan sobre el sistema nervioso central de los insectos y, solo en Francia, son responsables de la muerte de 300.000 colonias de abejas cada año, según la ONG Generaciones Futuras.

La muerte de esas colonias afecta tanto a la industria de apicultura como a la propia naturaleza, pues el papel polinizador de las abejas es vital para los ecosistemas y la producción de alimentos.

Con la desaparición de las abejas, estarían en riesgo los cultivos y se avecinaría una crisis de hambre.
Por todo esto es un gran paso para el país europeo ser el ejemplo, prohibiendo cinco pesticidas que podrían estar relacionados con la desaparición de las poblaciones de abejas en el mundo.